Noticia: Enrique Bunbury, el vaquero oscuro


Les dejó un artículo de La Butaca... muy bueno! Es acerca del concierto en Houston! :D 

El cantautor español Enrique Bunbury fue un profeta de los descarriados, un salmista del dolor, durante su concierto en el House of Blues de Houston la noche del sábado 21 de febrero.

En 25 canciones de rabioso rock sureño, matizado de blues tabernero y gospel herido, lanzó sobre su grey la alabanza protagónica de la mayoría de sus canciones: la soledad como único destino del ser humano.

La escala en Houston del Hellville de Tour arrancó a las 8:04 de la noche. En ese momento las luces del escenario se oscurecieron y el ex cantante del grupo Héroes del Silencio apareció sobre el escenario vestido de negro de pies a cabeza, y con un sombrero de vaquero. Sin más preámbulos atacó con sus canciones El club de los imposibles, Señorita hermafrodita y Hay muy poca gente, en versiones de rock ranchero estadounidense al estilo del grupo Drive By Truckers.

El cantante, de técnica adecuada y voz prolija, tuvo tres escuderos de lujo en sus dos guitarristas, Álvaro Suite y Jordi Mena, y en el tecladista Jorge Rebenaque, quienes mostraron, desde los primeros temas, un largo colmillo como músicos de rock, jazz, blues y tango.

Tras la vibrante introducción, Bunbury saludó a la audiencia, ¡Buenas noches cab...! (...). Qué bueno es volver por aquí, es una pena que hayamos venido tan pocas veces, porque deberíamos venir más a menudo, es más no nos deberíamos ir nunca (...), espero que hayan venido con ganas de fiesta porque ¡esto les va a doler!", gritó a guisa de saludo, y la audiencia lo vitoreó con furia al grito de "¡Enrique, Enrique, Enrique!".

A partir de ahím, el concierto fue un ritual de comunicación plena entre Bunbury y la audiencia, que cantaron al unísono letra a letra la mayoría de las canciones.

Hubo momentos de verdadera magia y entrega recíproca entre el cantante la gente. El primero llegó cuando cantó Sácame de aquí, un rock-tango lánguido y lóbrego, en el cual el público se apuntó como corista monumental e hizo suya una frase de la canción a pulmón: "¡Aún podemos ser libres dentro de una canción!".

A partir de ahí, Bunbury repasó solamente material de su carrera solista. Interpretó De mayor, Infinito, Contar contigo y El hombre delgado que no flaqueará jamás, entre otras canciones, y las cuales sonaron renovadas pues Bunbury las releyó en versiones diferentes a la original. Solamente hubo un par de fallas de sonido en la ecualización que opacaron un poco su presentación.

Otro momento memorable, por sus implicaciones con el sentimiento de los inmigrantes, fue cuando Bunbury presentó su canción El extranjero.

"Como estamos tan cerca de la frontera sé que aquí hay hermanos mexicanos, sudamericanos e incluso algún español (...), y como ustedes, cuando yo me marcho no pienso en la vuelta...", dijo Bunbury refiriéndose a una parte de la letra de la canción. La masa de gente apretujada lanzó un aullido reconociendo lo que venía y nuevamente tomó partido cantando eufóricamente.

Lo que siguió fue una delirante y ácida versión de Alicia que ligó con otro tema clásico de su repertorio como es su oda al amor decadente Lady blue, que pasó por el tamiz de blues-rock cargado de aromas y sensibilidades del sur de Estados Unidos mientras en las pantallas se presentaban imágenes de la película Le voyage dans la lune (El viaje a la luna), del cineasta francés de principios del siglo XX George Meliés, en un contraste muy interesante de luz y sonidos.

Bunbury se despidió luego de esa canción. Sin embargo, la grey que había ido a cantar y delirar no estaba satisfecha y con gritos entremezclados de "¡otra, otra" y "¡ulero, ulero!" la audiencia lo hizo volver. El cantante español los recompensó, gentil, diciendo "!Camareros, camareras, un tequila para mis amigos de Houston...!" y cantó enseguida Que tengas suertecita a una velocidad de vértigo.

Otro de los momentos exquisitos de la noche llegó cuando Bunbury en su papel de predicador de la soledad y la derrota tomó el micrófono e improvisó un gospel-blues gritando: "¡Aleluya, aleluya, tírame un piano por el balcón, y te daré una canción triste...!", e inmediatamente sus músicos tocaron precisamente el tema Una canción triste en una versión con ribetes de reggae y jazz.

Remató la noche con las canciones No me llames cariño, Canto (el mismo dolor) e Y al final, para despedirse luego de 120 minutos de oración musical a desesperanza con la frase.

Fue el broche de oro del primer gran concierto de rock en español en Houston. Bunbury dejó el listón muy en alto para cualquier artista hispano de rock que le suceda.


Posted by David Dorantes at February 22, 2009 07:36 PM

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