Rock en clave de Luna


Bunbury llevó a la Plaza de Toros su 'Helville de Tour', trepidación y pasajes en calma, ante cerca de 3.000 espectadores que se rindieron a la creatividad del artista zaragozano
Alberto Piquero
EL COMERCIO


Podría decirse de manera más eufemística. Después de todo, las letras de las canciones que ha aportado Enrique Bunbury (Zaragoza, 1967) a la música española desde los viejos tiempos de 'Héroes del silencio', se han caracterizado más bien por una polivalencia que sin dejar de ser radical en algunas de sus estrofas, no se podrían considerar hirientes. Pero, digámoslo así, ser culo de mal asiento, que en ciertos casos puede no ser especialmente aconsejable, cuando se transforma en inquietud que se produce en el ámbito artístico acostumbra a rendir buenos y hasta excelentes frutos.

La personalidad de Bunbury, que anoche -diez y media- congregó en la Plaza de Toros de Gijón a una muchedumbre que superó por desbordamiento aquello que se denomina el culto a lo minoritario (artista de culto, él mismo), ya quedó definida tras la primera ruptura -soldada provisionalmente en 2007- con 'Héroes del Silencio'. El ansia de crecer en solitario y explorar nuevos territorios del pentagrama, le ocasionaron no pocos disgustos, incluido el lanzamiento de un adoquín durante un concierto, sin duda arrojado por un fervoroso seguidor de la banda zaragozana. Bunbury declaraba entonces que no estaba dispuesto a permanecer anclado para siempre en el mismo puerto.

Ya ha corrido mucho agua bajo los puentes del Ebro desde aquellos calendarios. Y sobre los continentes, especialmente el americano, en los que el inclasificable vocalista y guitarrista ha buscado inspiración y fugaz acomodo. La emancipación que comenzó con la deriva electrónica, norteafricana y pasada por el tecno-rock, de 'Radical Sonora', ha tomado cuerpos diversos, ya fuera en el singular 'Pequeño', en 'Flamingos', en 'Viaje a ninguna parte' (ahí se recoge el espíritu de su avidez viajera) en 'Freak Show' (otra de las orillas peculiares a las que se acoge, homenaje al circo), o en la gloriosa colaboración mantenida con Nacho Vegas en 'El tiempo de las cerezas' (estuvo en el repertorio de la velada).

Viene al caso el catálogo porque el excelentísimo concierto de la noche de ayer, 'Helville de Tour', o sea, el disco 'Helville de Luxe' en gira, siendo diferente a cuantos le antecedieron, al mismo tiempo mantuvo sonoridades y transpiraciones, magia y evocaciones, trepidación y calma, que lo hicieron reconocible para cuantos han estado atentos a la evolución de Bunbury, su creatividad admirable y sus obsesiones.

No le pidamos convencionalismos al hombre del sombrero con la calavera en su parte frontal, es el sello heterodoxo el que resultó una vez más capaz de erizar la piel, con el santo pecador abriendo las emociones mediante 'El club de los imposibles', siguiendo por 'La señorita hermafrodita' con proyecciones en pantalla de la pin-up Betty Pages. Fue entonces cuando dio gracuias por venior a la «Asturias patria querida», previamente el saludo había sido «Buenas, noche cabrones». Luego llegaron la más calmada aunque sin perder decibelios 'Sácame de aquí' o la evocación ya mencionada 'Del tiempo de las cerezas'. Un último disco intercalado por canciones de su repertorio anterior en el que se cruzaron las explosiones rockeras y las ondulaciones sensibles, en el que no cabe olvidar los teclados de 'Rebe', las guitarras de Álvaro Suite y Jordi Mena, el bajo de Castellanos o la batería de Ramón Gacías. Música en clave de Luna.

Fuente: Web Enrique Bunbury

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