BUNBURY EN TLAXCALA: Una cita cumplida



Por: Francisco Zamudio
Fotos: Por Francisco Zamudio

Tlaxcala, capital del estado mexicano del mismo nombre, el más pequeño del país por cierto. Tlaxcala, ciudad ubicada a poco más de 2230 metros sobre el nivel del mar, con una población de alrededor de 100 mil personas. Tlaxcala, una de esas citas pendientes del estado mexicano con Enrique Bunbury, o viceversa, que posiblemente aplique igual. Tlaxcala, una parada más del Hellville De Tour 2009, la cual se desarrolló durante la fría noche del pasado 18 de septiembre ante una tribu estimada en poco más de 5 mil aficionados. Tlaxcala, un sueño hecho realidad para quienes durante mucho tiempo lo esperaron actuar bajo el cielo gris que cubrió la velada. Tlaxcala…

EL ESTADIO TLAHUICOLE: UN LUGAR SUI GÉNERIS

Enclavado en una “olla natural”, el Estadio Tlahuicole, el más grande del municipio, está rodeado lo mismo por un gigantesco centro comercial, que por una zona fabril donde grandes camiones llegan a cargar y

descargar mercancías, así como una franja habitacional, cuya ubicación privilegiada le permitió a muchos disfrutar desde las azoteas de sus casas el concierto.

Pero mucho antes de que la noche cubriera con su negro manto el estadio y los alrededores, ya se sentía en Tlaxcala la excitación propia de un show de Enrique. Desde temprano, su Central Camionera recibía a varios jóvenes procedentes de distintas partes del país. Las uñas pintadas y las camisetas estampadas, no dejaban lugar a dudas de adónde se dirigían sus portadores.

En la entrada principal, la misma por donde accedió todo el equipo de producción, se colocaron a ambos lados las infaltables filas de gente que para las 5 o 6 de la tarde, en esos momentos donde las nubes se tornaban más lóbregas, como si acumularan en sus entrañas grandes cantidades de agua, terminarían dándole la vuelta a las instalaciones del Tlahuicole.

Finalmente, alrededor de las 19:00 hrs., se abrieron las puertas para que las serpientes humanas se movieran pesadamente al interior del recinto. El proceso fue extremadamente lento debido a la poca experiencia en estos menesteres de los encargados de agilizar la entrada de la gente. Faltaban muy pocos minutos para dar inicio al concierto, y todavía no entraban todos.

UNA CITA CUMPLIDA

Aunque no se pudieron escuchar, seguramente las campanas de la iglesia de Tlaxcala repiqueteaban alegremente mientras anunciaban la llegada de las 21:00 hrs., cuando las luces del Tlahuicole iniciaron un degradante y progresivo movimiento hacia la oscuridad. El momento había llegado, y mientras las sonoridades de “A plateful brain”, tema incidental creado por los Messer Chups, banda rusa experimental liderada por Oleg Gitarkin, inundaban el aire, sobre el escenario las piezas del pulsar melódico comenzaban su ensamblaje.

“El club de los imposibles” y su ADN Rollingstoniano se incrustaron en la epidermis de una concurrencia, la cual reaccionó con estruendo a la aparición de Bunbury, enfundado en su ya clásico (dentro de este tour) traje de terciopelo negro adornado de estoperoles, herencia indirecta de la era donde Johnny Cash y Elvis Presley dominaban el mundo. “Buenas noches, cabrones” coronó el final de la canción, para darle paso enseguida a “La señorita hermafrodita”, rockabilly para menear el cuerpo y fabricar algo de calor entre el gélido clima.

La lluvia no hizo su tenebrosa aparición. Seguramente un juego de cuchillos plateados, habrían sido enterrados en algún lugar de la tierra para exorcizar el peligro. Y se logró el cometido, sólo una pequeña brizna mojada se dejó sentir en algún instante, pero desapareció tan pronto como había llegado. Con más de 65 shows en poco más de un año de gira ininterrumpida, la maquinaria sonora conformada por Álvaro Suite, Jordi Mena, Robert Castellanos, Ramón Gacías, Jorge Rebenaque y el propio Bunbury se encuentra más que aceitada.

Por eso las canciones del Hellville De Luxe tipo “Hay muy poca gente”; “Bujías para el dolor” o “Porque las cosas cambian”, se escuchan diáfanas, como si un vinilo pudiese ser montado sobre un tocadiscos gigante, y el sonido viajara a través de la hilera de bocinas empotradas sobre el escenario. El espíritu del tour en materia de canciones fue respetado. Su conexión con los Héroes del Silencio llegó vía “Apuesta por el rock and roll”, aunque muchos hubiesen querido escuchar “La herida”, tal cual sucedió en Zacatecas días antes.


TIEMPO DE CATARSIS

“Alicia (expulsada al país de las maravillas)”, único tema rescatado no se sabe a ciencia cierta porqué del Radical Sonora, su álbum de rock como solista mejor logrado hasta el Hellville…, compartió un sitio con la “Trinidad femenina” complementada por “Lady blue” y “Puta desagradecida”. Nuevamente, el ánima de José Alfredo Jiménez cabalgó por entre la gente, materializado en esa versión apoteósicamente darky de “El jinete”. Con todo, una de las cartas extras que Bunbury ha utilizado en la gira, “El anzuelo”, fue lanzada a la mesa.

Por supuesto que el zaragozano conquistó la partida ante su público. De hecho la tenía ganada de antemano, desde que himnos personales tipo “El extranjero” o “El rescate” se hicieron presentes para satisfacer los gustos del grueso del público, esos oyentes promedios transformados en fans efímeros, los cuales conocen en todo su esplendor las canciones más tocadas por la radio o repetidas en los video-canales. Aunque dicha teoría pudiera ser sujeta a un debate profundo con “El hombre delgado que no flaqueará jamás”.

Y es que el primer sencillo extraído del Hellville…, fue rechazado por la cúpula de cierta cadena radiofónica española enquistada en México -la misma a la que Enrique regaló un show privado en conocido antro de la ciudad de México-, la cual adujo sus más de seis minutos de duración para simplemente pasarla de largo. Aún y con un veto a cuestas, la canción fue una de las más coreadas durante el concierto al lado de, por ejemplo, “Sácame de aquí”, ambas potenciadoras de una larga cadena de rugidos por parte de la gente.

Sobre el pasto todo era una continua catarsis. Si el Dr. Arthur Janov viviera en México, seguro consideraría que los conciertos de Bunbury son una analogía válida con su “Primal therapy”, y que gracias a los gritos histéricos de sus fans, estos se encuentran libres de cualquier neurosis. Por su parte, Enrique edificó su propia purificación emocional gracias a “No me llames cariño”, donde se le pudo ubicar ahora en el piso, arrodillado, descargando una furia especial contra el receptor (o receptora) de esas brutales e hirientes estrofas.

Contra la tendencia de conciertos anteriores, Bunbury despidió su primera actuación en Tlaxcala con “El viento a favor”, canción que resultó de cierta forma premonitoria, por los acontecimientos a los que se enfrentó durante los días siguientes. Aunque eso forma parte de otra página, la cual seguirá escribiéndose sobre cielo mexicano los siguientes meses, hasta que Bunbury encuentre para noviembre dónde cerrar de manera refulgente su gira Hellville De Tour 2009, ahora que se ha hecho oficial la cancelación del largamente acariciado objetivo de tocar en el Zócalo de la Ciudad de México.

Fuente: Rockmx.com

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