Bunbury: Diario secreto de la Gira


¿Qué comieron Bunbury y los suyos en Washington?

Más anécdotas de Álvaro Suite, guitarrista de Bunbury. Hoy toca hablar de la comida. Qué aproveche.
No puedo creer lo que nos acaba de pasar. Es lo mejor que puede pasarle a alguien en mi situación: esta tarde, Enrique, Jose y Nacho (que se ha unido a lo que queda de gira), han ido a comer al restaurante de un amigo, Jose Andrés. Este individuo amasó cierta fortuna en un programa de televisión de aquellos en la onda de Arguiñano, y hace unos años se afincó en este país para deleite de todos. Bueno, pues La Cúpula se plantó en su restaurante este mediodía. Más tarde la invitación le sería devuelta en forma de entradas y VIP en el Warner Theatre.

Nuestro trabajo aquí en USA está dando frutos, y ya se ven más americanos que al principio. El show de esta noche ha dejado con la boca abierta a más de uno.

Ya en la prueba de sonido quedó claro que, tanto la sala como Raúl y Chinas, nos lo iban a poner fácil. Un escándalo. Lo que yo escuchaba era como el jodido White Album de The Beatles.

Además, el teatro es muy parecido al Liceu de Barcelona; el lugar idóneo para esta gira. Lo que buscabámos desde hace semanas. Por fin hoy hemos dado con la perfección en todos los sentidos. El repertorio, el sonido, la escucha, el público cerca y enloquecido por estar cerca.

Igual falló un poco la ciudad, o el poco tiempo y las pocas ganas de pasearse largo y tendido por la capital.

Ir a ver La Casa Blanca, el Capitolio, el Obelisco, y un par de muesos, nos es precisamente lo que yo llamo “ver Washington”. De hecho, mientras hacía la foto de turno al apartamento de Obama, me sentía ridículo y falso por lo estúpido de la foto.

¿Qué puta mierda de satisfacción te puede dar ver esa foto?.

Exceptuando la pérdida de tiempo del pateo para ver edificios y ejecutivos con el móvil adherido a la oreja, mi estancia en Washington quedará marcada por el bolo que nos acabamos de meter. Y por la visita a Jose Andrés.

La movida es la siguiente: el señor este se planta en los camerinos y nos pilla cenando unas pizzas, cojonudas por cierto. Se le cambia el rostro, no cabe dentro de su asombro y decepción.

“Enrique, ¿esto es lo que cenan tus músicos?”, dice José andres, como si fuera mal asunto el endiñarte una sabrosa pizza después de un bolo. Enrique murmulla algo que se puede interpretar como un: “¿qué pregunta es esa?”. Repentinamente, y como si le fuera la vida en ello, agarra su móvil y en un inglés de segunda regional manda una orden al manager de uno de sus restaurantes. A los 20 minutos aparece el pavo con un jamón de Jabugo, un Idiazábal y un Manchego curado.. ¡Flipa, en WashingtonDC! No doy crédito a lo que veo.

Los planes que surgen a raíz del regalo son de lo más diversos y divertidos. Uno ya habla de hacer caldo con el hueso, y aún no lo hemos abierto siquiera. Otros hacen apuestas con la duración del jamón. Hay uno que busca condenadamente una excusa para hacerse con el Idiazábal... Pero el plan definitivo se acaba planteando tras la broma de Nacho de llevárselo él a su bus y punto. Sin que haga falta mucho que decidir, se llega al acuerdo de que mañana, en cuanto lleguemos a Charlotte, ocupamos la caravana de y preparamos un y por papeo como Dios manda.

Dicho y hecho.

Lo primero que hacemos al levantarnos, ya en Charlotte, es saludarnos con una cara diferente, como si algo hubiera cambiado en nuestra vida en común.

Ahora, a los 13 que viajamos en este autobús, nos une algo más que la profesión y el amor a la música; nos une un papeo que representa los anhelos más profundos de cada uno de nosotros a estas alturas del viaje. Coño, jamón y queso ya son suficientes.

Pero no.. tras un buen desayuno, el Rebe y yo pillamos el 30 y nos bajamos en la parada más cercana al Wal*Market en busca de provisiones para lo que ya es un hecho: un pic-nic.

¿Bote?: más de 300 dolaress. De puta madre. A ver.. empecemos:
Patatas, tomates, huevos, cebollas, ajo, pan, aceitunas rellenas de anchoas, garbanzos, espinacas, salchichas, aceite de oliva, cervezas, vino y agua.
¿Total?: algo más de 200 dólares.

Ya saben, para todo lo demás...

Unos van cortando queso, Román se encarga del jamón, que por cierto no tiene ni cuchillo de jamón ni jamonero, y por eso es él quien lo hace; es mañico mañico. Yo le voy metiendo a las cuatro tortillas de patatas con cebolla que nos vamos a meter entre pecho y espalda. Libi abre botellas a destajo, Rebe hace de pinche y metre a la vez.

Sigamos, sigamos, a ver.. las salchichas al vino tienen una pinta del carajo. Los garbanzos con espinacas me han quedado un poco salados, ya sé, las espinacas ya de por sí son saladas, no pasa nada, el agua lo curará. Bueno, qué nos falta?.. Los tomates aliñados. Eso es cosa del Rebe, que tiene un domino del aceite espectacular, si es que el aceite “se domina”, claro. Qué estupidez.. Ya está todo. Aplauso y jaleo. Como si de un bolo se tratase, nos vamos colocando en nuestras posiciones y cada uno desempeña una labor en pro del buen ambiente. Aquí no hay consecuencias, hay recompensa.

La tarde de Charlotte ha sido la más emocionante de toda la gira.

Nacho me recuerda una frase de Héroes del Silencio que resume esto a la perfección:
“Las cosas más banales se vuelven fundamentales”. Qué gran verdad.

Unas viandas españolas que por estos lares son manjar de reyes.

Texto: Alvaro Suite
Fuente: Rolling Stone

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