"La fiesta de Bunbury fue un desastre neuronal"


Bajadas y subidas, fiestas y resacas. Todo eso relata Álvaro Suite, guitarrista de Bunbury, en el último tramo de la gira norteamericana 'Las Consecuencias Tour'.

Ya teníamos ganas de llegar de una vez a California.

Sabemos que aquí nos esperan cosas interesantes que hacer en diez días, como visitar la casa que Enrique [Bunbury] y Jose tienen en Beverly Hills, acercarse hasta Santa Mónica o Venice Beach a pisar algo de arena y mar, o salir de compras por Melrose Avenue.

Aquí vive Alesis Morante, el director del documental de esta gira y del último videoclip de Enrique. Así que hemos decididido hacer una parada estratégica. Algunos quieren descansar en su casa de una vez, otros queremos comprar algún instrumento, discos o ropa. Otros sólo quieren ir a la playa. Y también hay alguno que lo único que quiere es dejar de viajar en el autobús por unos días.

Vamos a tocar en casi todos los House of Blues del país y eso es un mérito, estamos hablando de una cadena de salas muy respetada aquí. En el de Los ÁngelesAnaheim miércoles y domingo. tocamos jueves y sábado, y en el de Anaheim está a una hora de donde estamos alojados, y lo único que tiene es un parque de atracciones de Disney. Un aburrimiento. Al principio íbamos a estar hospedados ahí toda la semana, menos mal que Marisa ha movido hilos para cambiarlo.

Nuestro primer show en Anaheim fue genial: recuerdo la cara de Richard, el chófer de Enrique, flipando con cada canción y con las reacciones del público.


En esta sala programan cada mediodía un espectáculo de Gospel: sale una banda de negros haciendo de base vocal para una dama enorme vestida para la ocasión. Es brutal. Después del show nos metimos en el bus y nos fuimos directamente al hotel.

Mañana es el día que nos instalamos en el Saharian Motel, en West Hollywood Blvd.

Esto está justo en frente del Guitar Center, donde Mena se ha comprado un delay anlógico para darle un toque M. Ward a su sonido: un acierto. Al lado del motel hay un restaurante magnífico que se llama Toi, que sirve comida de varios países y está decorado con estilo rocker. Comemos ahí y nos vamos encantados, prometiendo que regresaremos mañana a por más. Estamos en una zona inmejorable de la ciudad.

El House of Blues del West Hollywood es el mejor en el que he estado. Es muy lindo y tiene un camerino alucinante; enorme de cojones. Nada más entrar me puse a medirlo y acabé convencido que sólo el camerino de la banda era más grande que mi apartamento en Barcelona. He de cambiar de casa o de camerino.

En la siguiente afirmación no cabe ninguna duda: el primer concierto de Los Ángeles ha sido el mejor de esta gira. Increíble. He disfrutado como un enano desde el primer minuto. Qué manera de tocar y de hacer sonar las canciones. Me emociono sólo con recordarlo.

Además, esta noche han venido los directivos de la compañía, los de la empresa promotora, gente del cine y la televisión y algún que otro amigo personal de Enrique. Sentíamos cierta presión porque, aunque tengamos la obligación de tocar bien siempre, ahora teníamos que hacerlo mejor. Lo bueno es que nos salió de la hostia, vaya si salió. No recuerdo haber disfrutado musicalmente tanto como el jueves en L.A. Y tampoco recuerdo haber visto a nadie de la banda disfrutar tanto como en este bolo.

El viernes fue día libre y lo disfrutamos como tal: dimos un paseo en el Mustang rojo del 68 de Mamma Jose, compramos lo que quisimos, descansamos de puta madre y nos fuimos al Rainbow a bebernos unas birras.

He de reconocer que esta ciudad ha cambiado mucho desde la primera vez que vine. No sé si os conté que entonces estaba llena de vida y glamour, o eso me pareció ver a mí. Recuerdo que Titan y yo pisamos todos los garitos que pudimos, empezando por el Rainbow, luego el Roxy, el Whisky a Go-Go, incluso el Viper Room de Johhny Depp. Paseamos por Hollywood y vimos la calle de las estrellas. No recuerdo que hubiera horarios impositivos que impidieran que nos divirtiésemos hasta las 5 o 6 de la madrugada.

Esta vez nos hemos encontrado con que esos garitos que han visto nacer a bandas tan brutales como The Doors o Guns N' Roses, dejaban de servir alcohol a las 1.30h, y cerraban definitivamente sus puertas a las 2.00h. Esto es una mierda. Y lo peor es que no existe nada de movimiento underground.

Mira que lo intentamos: preguntamos a rockeros de buen ver, a los de mal ver, a los de la compañía, a los empleados y camareros de varios bares, a fans que tocan en bandas con pintas de borrachos. Nada. Al parecer la técnica es beber por la tarde, ponerte ciego a las 10.00h de la noche, vomitar a tope entre las doce y la una, y pirarte a tu casa. ¿Qué divertido, no?

De todas formas, con el bolo que dimos anoche tengo suficiente material para dormir bien. Y mañana tenemos otro en el mismo sitio, ya tengo ganas de que llegue.


Esta vez no ha sido lo mismo. Me ha pasado lo que me pasó en Boston, no me reconocía y no tenía control sobre mí. Otra vez esa impotencia de no poder controlar mis manos ni mi cabeza. No lo soporto. Joder, me sienta mal. Además hoy han venido también los de la compañía y los de la promotora. Claro, les gustó tanto el otro día que han decidido venir hoy otra vez. Pero hoy se han encontrado con un churro mojado en aceite de girasol.

Me doy cuenta de que esto de tantos bolos seguidos hay que controlarlos de cerca, hay que ser profesional de primera para aguantar tantos shows seguidos, y viajando por carretera. Enrique me dice que no me preocupe por los malos shows y disfrute de los buenos. La faceta paternal de Enrique y Jose conmigo me llena de paz.

Olvido el show de hoy.

Nos vamos de nuevo a Anaheim. Paseo por el parque infantil y compro varias cosas para mi hija Lola. Joder, cuánto la extraño, cuánto necesito abrazarla y levantarla en mis brazos, besarla y escuchar las cosas tan interesantes que me cuenta siempre. Cosas como que hoy ha visto un jabalí, o que su amigo Inuk no tiene no sé qué muñeco, o su frase del día en la escuela… Cualquier cosa de ella es un tesoro para mí y lo cuido como si se me fuera la vida en ello. Le compro ropa y chorradas, todo rosa, y me meto en el House of Blues para huir de la pena que me da acordarme de mis amores. En Anaheim me ataca de nuevo la melancolía, cansancio será, pero aguanto bien toda esta mierda.

Es mi curro y yo me lo busqué.

Para mi sorpresa, el show de esta noche ha estado a la altura del de Los Ángeles. De hecho, Ramón y Mena están convencidos de que ha sido incluso mejor. Yo no. Pero me hace pensar en esa teoría que tenemos algunos, esa que defiende que los días que estás de resaca, apenado, furioso, o en cualquier estado que no sea el adecuado para un bolo, son los que tienen todas las papeletas de ser espectaculares; fuera de lo común. Creo que hoy ha sido un día de esos.

Ya sólo nos queda una cosa que hacer en Los Ángeles: una fiesta en casa de Enrique y Mamma Jose.

Dicho y hecho.

-A ver, 40 euros por persona y al supermercado a comprar provisiones. ¡Venga! Comida japonesa para todos.

-¿Japonesa? Pero qué clase de barbacoa es esta.

-No, piensa, necesitamos comida que no se tenga que cocinar, que se pueda tirar a la basura y no molestarse en pelar, lavar y eso. Comida como paso necesario para la fiesta, no como fiesta en sí.
Vale, entendido.

-Vamos duro hoy, ¿no?

-Sí. 


Ya te puedes imaginar lo pasó. Un desastre neuronal. Pero un avance moral en esta gira.

En este tramo ha habido alguno que ha perdido un ser querido. Muy querido… Ha habido otros que han perdido toda la pasta que les quedaba hasta el día de 8 de junio, que cobramos. Otros han perdido la vergüenza. Uno ha perdido el móvil ¡dos veces! Y otros se han perdido en un momento dado en algún punto conflictivo de la ciudad.

Necesitábamos pasar por Los Ángeles.

Por La Realidad de Los Ángeles.

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Texto: Álvaro Suite
Fuente: Rolling Stone

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